La relación entre el dinero y la felicidad ha sido un tema de debate durante décadas, pero un reciente estudio nos ofrece una perspectiva reveladora. ¿Los ingresos realmente tienen el poder de aumentar nuestra felicidad?
A pesar de que algunos estudios sugieren que los ingresos más altos pueden traer consigo una mayor satisfacción, la pregunta persiste: ¿existe un umbral donde el dinero deja de influir en nuestro bienestar emocional?
En un intento por responder a esta interrogante, dos estudios previos llegaron a conclusiones aparentemente contradictorias.
Sus autores son Matthew A. Killingsworth y Daniel Kahneman, quien en vida fue un reconocido psicólogo israelí-estadounidense dedicado al estudio de la psicología del juicio, la toma de decisiones y la economía del comportamiento.
En cuanto a la trayectoria y experticia de Matthew, hay que destacar que tiene títulos en ingeniería y economía de la Universidad de Duke y un doctorado en Psicología de la Universidad de Harvard.
Y no solo eso. Matthew también estudia la naturaleza y las causas de la felicidad humana.
Es miembro senior de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania y fundador y director de trackyourhappiness.org, un proyecto de investigación a gran escala que utiliza teléfonos inteligentes para recopilar datos de felicidad en tiempo real de personas de todo el mundo.
Durante uno de sus estudios, Kahneman descubrió que la felicidad se estabilizaba más allá de cierto umbral de ingresos, mientras que Killingsworth observó lo mismo y determinó un incremento continuo.
“Ingresos y bienestar emocional: un conflicto resuelto”
Este artículo de investigación, publicado en la web de las Actas de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos de América (PNAS) por sus siglas en inglés, no solo busca reconciliar estas diferencias.
En realidad, también nos invita a reflexionar sobre cómo percibimos la felicidad en relación con la riqueza.
A través de un análisis minucioso y una colaboración entre los autores, se revela una verdad más matizada: la influencia del dinero en nuestra felicidad depende en gran medida de nuestro estado emocional previo.
Mientras que para algunos, un incremento en los ingresos puede llevar a una mayor satisfacción, para otros, el efecto es más limitado.
Lo que hace único a este estudio es su capacidad para desentrañar las complejidades de la experiencia humana, mostrando que la felicidad no es una meta uniforme que puede alcanzarse con un determinado número en una cuenta bancaria.
En lugar de eso, se trata de una travesía personal que varía significativamente entre un individuo y otro.
Acompáñanos en este viaje de descubrimiento y aprende cómo los ingresos pueden influir en tu felicidad de maneras increíbles.
Diferentes perspectivas sobre la felicidad y los ingresos
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El estudio de Kahneman y Deaton
Los estudios de Kahneman y Deaton (2010) y de Killingsworth (2021) presentan dos perspectivas distintas sobre la relación entre los ingresos y la felicidad.
Los primeros investigadores concluyeron que la felicidad aumenta con el ingreso hasta un cierto punto, después del cual se estabiliza.
Esto es lo que dice el artículo publicado en PNAS, textualmente:
“La felicidad aumentó de forma constante con el logaritmo de los ingresos hasta un umbral y luego se estabilizó”.
Ese fenómeno es conocido científicamente como “patrón de aplanamiento” y sugiere que más allá de un cierto nivel de ingresos, las ganancias adicionales tienen un impacto marginal en la felicidad.
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El estudio de Killingsworth
Por su parte, el estudio de Killingsworth reveló una relación diferente. Se encontró que “la felicidad media aumentó de forma constante con el logaritmo de los ingresos”, sin mostrar un aplanamiento perceptible.
Esto significa que, según este estudio, incluso a niveles de ingresos más altos, las personas continúan reportando mayores niveles de felicidad a medida que aumentan sus ingresos.
Una “colaboración adversaria” entró en juego
Para resolver esta aparente discrepancia, los autores de ambos estudios se involucraron en una “colaboración adversaria”, un proceso en el cual investigadores con perspectivas opuestas trabajan juntos para encontrar una interpretación coherente de sus hallazgos.
Dicha colaboración entre los autores de estos estudios reveló que ambas perspectivas son válidas, pero aplican a diferentes grupos de personas.
El análisis detallado mostró que el patrón de aplanamiento observado por Kahneman y Deaton es más relevante para las personas en el espectro inferior de la felicidad, mientras que el aumento constante de la felicidad con los ingresos, observado por Killingsworth, se aplica más a aquellos que ya se sienten felices.
Esto se debió, en parte, a la manera en que cada estudio midió la felicidad y en cómo las metodologías utilizadas pudieron haber influido en los resultados.
El artículo original enfatiza que “Kahneman y Deaton podrían haber llegado a la conclusión correcta si hubieran descrito sus resultados en términos de infelicidad, en lugar de felicidad; sus medidas no podían discriminar entre los grados de felicidad debido a un efecto techo”.
Este hallazgo sugiere que la forma en que se mide y describe la felicidad puede influir dramáticamente en cómo interpretamos la relación entre los ingresos y el bienestar emocional.
Por ende, la reconciliación de estos hallazgos subraya la importancia de considerar una diversidad de experiencias emocionales en estos estudios sobre felicidad y bienestar.
Más allá del dinero: Descubre el verdadero impacto de los ingresos en tu felicidad
Ambos estudios aportan perspectivas valiosas para entender cómo el dinero puede afectar la felicidad de maneras complejas y variadas.
Uno de los hallazgos más interesantes de esta colaboración fue que la relación entre los ingresos y la felicidad no es uniforme para todos los seres humanos.
El estudio reveló que el “patrón de aplanamiento” se aplica principalmente a las personas menos felices.
Para ellas, la felicidad aumenta rápidamente con ingresos más bajos, pero se estabiliza alrededor de un umbral de 100 000 dólares anuales.
Kahneman y Deaton concluyeron que:
“El bienestar emocional [también] aumenta con el logaritmo de los ingresos, pero no hay ningún progreso más allá de un ingreso anual de aproximadamente 75 000 dólares. El umbral de 75 000 dólares, que se ha citado con frecuencia, es simplemente el punto medio de la categoría de ingresos de “60 a 90 000”.
De modo que “una afirmación más precisa sería que no hay ningún progreso, más allá de un umbral de 90 000 dólares o menos, en la felicidad promedio”.
En cambio, para las personas más felices, la felicidad continúa aumentando con los ingresos, e incluso se acelera en el grupo más feliz.
¿Hasta qué punto puede el dinero comprar la felicidad?
La respuesta podría sorprenderte.
Si bien el dinero puede “comprar” un cierto grado de felicidad, especialmente para quienes están en el espectro inferior de los ingresos, no es un camino garantizado hacia la felicidad de todas las personas por igual.
Otro hallazgo destacable es que la percepción de la felicidad es multifacética y varía según las circunstancias individuales y emocionales de cada individuo.
El análisis de la relación entre los ingresos y la felicidad, tal como se presenta en los estudios de Kahneman y Killingsworth, nos desafía a reconsiderar nuestras creencias sobre lo que realmente contribuye a una vida satisfactoria.
De hecho, el “patrón de aplanamiento” identificado por Kahneman subraya una realidad crítica:
Más allá de un cierto nivel de ingresos, los incrementos adicionales tienen un efecto decreciente en el bienestar percibido.
Este fenómeno puede explicarse por varias razones
Primero, una vez que se satisfacen las necesidades básicas y se logra un nivel de seguridad financiera, algunos factores, como la calidad de las relaciones personales, la sensación de propósito y la salud física y mental, comienzan a desempeñar un papel más prominente en la percepción de la felicidad.
El estudio indica que, para las personas menos felices, un aumento en los ingresos puede mejorar su situación hasta cierto punto, pero después, otros aspectos de la vida se vuelven más cruciales para mejorar el bienestar.
Por otro lado, Killingsworth demuestra que para aquellos que ya experimentan un alto nivel de felicidad, los ingresos pueden seguir incrementando su bienestar, pero esto no necesariamente implica que el dinero sea el factor más importante.
Para este grupo, el aumento continuo de la felicidad con los ingresos puede estar relacionado con la capacidad de acceder a experiencias y oportunidades que enriquecen la vida, como:
- Viajar.
- Disfrutar de tiempo ocioso de calidad.
- Dedicarse a actividades que les aporten satisfacción personal.
Estos hallazgos resaltan una lección esencial: la búsqueda de la felicidad es multifactorial y no puede ser reducida únicamente a los factores económicos.
Dinero y felicidad: resolviendo el enigma
Este estudio también pone de manifiesto algo crítico:
Aunque el dinero puede ofrecer una base sólida para una vida cómoda y segura, la verdadera satisfacción gravita en torno a un equilibrio de factores tangibles e intangibles.
Elementos como las relaciones sociales, el sentido de comunidad, el crecimiento personal y la realización de objetivos significativos juegan un papel crucial en el bienestar a largo plazo.
Por lo tanto, al reflexionar sobre cómo buscamos la felicidad, es importante considerar una perspectiva más holística.
Cultivar una vida plena no solo implica mejorar nuestra situación financiera, sino también invertir tiempo y esfuerzo en acciones o experiencias que enriquezcan nuestra existencia de una manera más profunda y significativa.
Como concluyen los estudios, aunque el dinero puede “comprar” ciertas formas de felicidad, no puede reemplazar el valor de las experiencias y relaciones que verdaderamente llenan nuestras vidas de propósito y satisfacción.
¿Crees que esta comprensión nos puede llevar a valorar más las cosas que no tienen precio y a encontrar un equilibrio saludable en nuestra búsqueda de una vida más plena y feliz?
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